2.11.11

¿Soy demasiado optimista, señor Rajoy?


El uso de la palabra "cambio" y el concepto que implica ha estado vinculado a verdaderas transformaciones en la sociedad española y en un entorno de crisis económica e incertidumbre política y social. En el momento actual, el cambio no se puede limitar sólo a la movilización electoral de los ciudadanos. En el fondo, el llamado apunta a un cambio crucial en cuanto a los paradigmas, usos y costumbres de la sociedad española.

Desde aquél slogan "Por el cambio", utilizado por Felipe González en la campaña de 1982, hasta el actual "Empieza el cambio", "Súmate al cambio" de Mariano Rajoy, el concepto ha sido utilizado reiteradamente en la política española. El mismo Zapatero lo usó al hacerse con la secretaría general del PSOE en 2002: el "cambio tranquilo". Y Aznar lo utilizó también para ganar las elecciones en 1996. CiU lo manejó en noviembre del 2010 en Cataluña: "Comença el canvi".

No basta en este caso con introducir la papeleta electoral el 20-N. La movilización social exige de los ciudadanos un esfuerzo colectivo que implica reactivar la energía emprendedora, erradicar la pasividad social expresada en esperar que el maná baje de las arcas del Estado para sostener un "estado del bienestar" mal entendido, y extirpar el cáncer que implican las distintas castas de privilegiados que medran a la sombra de los presupuestos públicos.

Reactivar el espíritu emprendedor tardará por lo menos una generación. La idea del empleo público para toda la vida, la jubilación anticipada y el apego al "dolce far niente", alimentan los sueños de una mayoría de jóvenes. El crédito barato para consumir toda clase de cachivaches innecesarios, pagar pantagruélicas comilonas para bodas, bautizos y similares, financiar vacaciones de lujo en exóticos parajes, engordar activos inmobiliarios...Eso ya se acabó.

Vienen años duros. En el fondo tengo la impresión de que una buena parte de la ciudadanía entiende esto. Aunque se les escapa la verdadera dimensión de la crisis. Otros no se quieren enterar porque esperan una suerte de milagro. Y otros, por último, sí conocen muy bien la gravedad de la situación pero luchan con uñas y dientes para salvaguardar los privilegios que disfrutan.

Deespués del 20-N vendrá lo importante: gestionar el cambio. Un cambio colectivo de creencias y actitudes es una tarea sumamente compleja. Los tiempos de la política son muy cortos para completar tal hazaña. Las resistencias al cambio no se harán esperar. Ya las vemos por todas partes.

Sin embargo, la crisis puede servir de acicate. Soy de los que piensan que es posible. El cambio colectivo empieza por las personas individuales. Espero que la campaña electoral arroje luz sobre los cambios de creencias y actitudes necesarios para salir de la crisis.

¿Soy demasiado optimista, señor Rajoy?