13.5.07

Reconozca e integre su sombra (I)




En el Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hide, el escritor Robert Louis Stevenson afloró lo que más tarde la psicología analítica de Jung revelaría como una parte sustancial del Yo de todas las personas: la sombra personal.

El Dr. Jekyll es un amable y esforzado científico que luego de tomar una pócima sufre un drástico cambio de personalidad que lo transforma en el violento y despiadado Mr. Hyde. Transformación que lo hace irreconocible y lo convierte en un ser cada vez más malvado.

Hoy sabemos que en el psiquismo de cada ser humano conviven el amable Jekyll y el malvado Hyde. La persona afable y, al mismo tiempo, el ser oculto y tenebroso que anida emociones y conductas reprochables: rabia, celos, vergüenza, mentira, resentimiento, lujuria, soberbia, tendencias asesinas y suicidas.

Esa sombra personal se desarrolla naturalmente desde la infancia. El ego y la sombra se van desarrollando simultáneamente. Por una parte, se afirman los rasgos ideales de nuestra personalidad, reforzados por el entorno que nos rodea. Al mismo tiempo enterramos en la sombra las emociones y conductas que chocan con esa imagen ideal.

Percibir la sombra es como mirarse en un espejo que nos muestra los recovecos de nuestro inconsciente personal, y, por lo tanto, aceptar la sombra es aceptar el "ser inferior" que habita en nuestro interior. La sombra que todavía no ha sido integrada en la conciencia origina multitud de proyecciones. La sombra proyectada es la causante de la gran mayoría de los actos cotidianos en los que la intercomunicación es obstruida por "ruidos" psíquicos. Acusamos a los demás de defectos que anidan en nuestro interior y que no nos gusta reconocer como tales:

"Cuando un individuo hace un intento para ver su sombra, se da cuenta (y a veces se avergüenza) de cualidades e impulsos que niega en sí mismo, pero que puede ver claramente en otras personas, cosas tales como egotismo, pereza mental y sensiblería; fantasías, planes e intrigas irreales; negligencia y cobardía; apetito desordenado de dinero y posesiones..." (1).

La sombra, además de este tipo de omisiones presenta también una faceta que se manifiesta en actos reflejos impulsivos (2):

"Antes de que se tenga tiempo de pensarlo, el comentario avieso estalla, surge el plan, se realiza la decisión errónea, y nos enfrentamos con resultados que jamás pretendimos o deseamos conscientemente".
La sombra impulsa al ser humano al “contagio colectivo", a la psicología de masas y a las actuaciones del hombre-masa (3):

"Cuando un hombre está solo, por ejemplo, se siente relativamente bien; pero tan pronto como "los otros" hacen cosas oscuras, primitivas, comienza a temer que si no se une a ellos le considerarán tonto. Así es que deja paso a impulsos que, realmente, no le pertenecen. Es particularmente en contacto con la gente del mismo sexo cuando una persona se tambalea entre su propia sombra y la de los demás. Aunque si vemos la sombra en una persona del sexo opuesto, generalmente nos molesta mucho menos y estamos más dispuestos a perdonar".
La represión que nuestra "función superior" (la función psicológica más imperante en nuestro Yo consciente de las cuatro posibles: intuir, pensar, sentir y percibir) y nuestra tipología psicológica (introvertido o extravertido) lleva a cabo con todo aquello que no se ajusta a ellas, origina un incremento de energía psíquica en la sombra, con lo cual ésta se torna más negativa.

La misión de ser humano es integrar a este "hermano oscuro" y dejar de creer que somos mejores que los demás, siendo conveniente no intentar reprimir totalmente la sombra.

Además la sombra, como arquetipo, se encuentra vinculada al mal; por ello, el aspecto colectivo de la sombra ha sido personificado en las figuras de los demonios, brujas y brujos, Satán, Mefistófeles, faunos, etc.

Pero la sombra es algo consustancial al individuo, ya que la propia naturaleza del mundo implica que exista luz y exista oscuridad. La fuerza de la sombra no sólo actúa negativamente sino también positivamente (6):

"La sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber: instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc".
Por ello, la integración de la sombra es un auténtico conflicto moral pues la confrontación con la sombra supone tener "conciencia crítica despiadada del propio ser" (7):

"Que la sombra se convierta en nuestro amigo o en nuestro enemigo depende en gran parte de nosotros mismos... La sombra no es siempre, y necesariamente, un contrincante. De hecho es exactamente igual a cualquier ser humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo, a veces mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra se hace hostil sólo cuando es desdeñada o mal comprendida " (8).

"Si la figura de la sombra contiene valiosas fuerzas, y fuerzas vitales, tienen que ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al Yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo. Esto ha de requerir un sacrificio tan heroico como la conquista de la pasión pero en sentido opuesto" (9).


(continuará...)

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