Por Ramón Maceiras López
Las palabras son el contenido del mensaje. La expresión corporal, la voz (timbre, tono, volumen, ritmo) y el espacio son el contexto. De tal forma que contenido y contexto, banda verbal y no verbal, dan sentido a la comunicación. Si hay correspondencia entre las bandas verbal y no verbal de la comunicación es probable que los receptores capten bastante bien el significado de su mensaje. De no ser así, se producen malos resultados. En comunicación, no hay fracasos, sólo resultados, ya que el significado de la comunicación es el resultado que usted obtiene.
Las palabras son el contenido del mensaje. La expresión corporal, la voz (timbre, tono, volumen, ritmo) y el espacio son el contexto. De tal forma que contenido y contexto, banda verbal y no verbal, dan sentido a la comunicación. Si hay correspondencia entre las bandas verbal y no verbal de la comunicación es probable que los receptores capten bastante bien el significado de su mensaje. De no ser así, se producen malos resultados. En comunicación, no hay fracasos, sólo resultados, ya que el significado de la comunicación es el resultado que usted obtiene.
¿Cómo saber entonces que el mensaje
que emitimos es el mismo que reciben los demás? Aunque nunca habrá
una garantía total de que los receptores capten íntegramente lo que
nosotros intentamos comunicar, lo primero que hay que lograr es que
haya una correspondencia total entre la banda verbal y la banda no
verbal de la comunicación, o sea, entre las palabras, la expresión
corporal, la voz y el espacio. Mehrabian y Ferris ya comprobaron que el
93% de la información que perciben los receptores proviene de la
expresión corporal y de la voz del emisor del mensaje, de tal manera
que si usted intenta convencer a alguien de que lo aprecia pero las cualidades de su voz y su expresión corporal no dicen lo mismo que sus
palabras, lo más probable es que su interlocutor no le crea.
Y he aquí otra clave: si no hay
correspondencia entre las bandas, el primer efecto que se produce es
la falta de credibilidad del emisor del mensaje incongruente. Decimos que la incongruencia se expresa en la no correspondencia
entre lo que pensamos y sentimos y lo que manifestamos verbal y
corporalmente. Cuando se produce esa discrepancia, el mensaje emitido
y el emisor pierden credibilidad. Y la credibilidad es crucial en
Oratoria 2.0. Sin ella es prácticamente imposible que alcancemos el
objetivo que nos propusimos en el acto de comunicación.
Por el contrario, cuando hay
congruencia (armonía entre el estado interno y la conducta) se
produce una integración del sistema neurológico que es observado y
percibido por nuestros interlocutores y se allana el camino para que
nuestros mensajes y nuestra persona sean bien recibidos. El público
percibe la incongruencia de un orador, percibe si lo que dice no es
lo que piensa. La banda no verbal lo delata y ante la incongruencia,
el público tiende a fiarse de su “instinto” y le hace caso al
comportamiento no verbal. Como veremos más adelante, es muy difícil
controlar conscientemente ciertos comportamientos no verbales
regulados por el sistema límbico del cerebro, de tal manera que lo
más seguro es confiar en el comportamiento no verbal al detectar un
caso de incongruencia.
Muchos políticos mal asesorados,
ejecutivos inconscientes y vendedores poco entrenados, confían en
exceso en que sus mentiras no serán detectadas por el gran público.
Desconocen que su cuerpo y su voz siempre los delatan y no saben que
tras muchas décadas de exposición a los medios de comunicación de
masas, el gran público ha desarrollado un “instinto” para
detectar las incongruencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario