23.11.11

Los mercados tampoco son de derecha

Eso que llaman "los mercados financieros" no son de derecha ni de izquierda. Como bien saben Berlusconi, Papandreu, Sócrates, Berti Ahern  y Zapatero, primeros ministros defenestrados en este último año de tormenta europea por la crisis de la deuda pública. El sistema financiero de la deuda funciona de manera automática y ciega. Lo que importa a los mercados es que la deuda se pague a tiempo y al máximo interés posible. Para lograr eso, los mercados tienen un arma poderosa: el mecanismo de la calificación de deuda. 

La reducción de la solvencia de un país deudor hace que se dispare la prima de riesgo y se incremente el tipo de interés. Ese cálculo, contrariamente a lo que dicen muchos economistas, no tiene base científica, sino que está anclado en el cálculo de expectativas y la anticipación sobre los movimientos de los actores políticos y económicos. En la economía de las finanzas priman hoy sobre todo factores subjetivos y de orden práctico, por encima de otras consideraciones.

Pecan de ingenuidad los que esperaban que la victoria de Mariano Rajoy el pasado 20-N en España funcionaría automáticamente como un amortiguador de la presión de los mercados y del dúo Merkozy. A los mercados les importa poco que un gobierno sea de derecha, de izquierda, o de centro. Lo único que esperan es que ese gobierno pague la deuda y tome las medidas respectivas para que los préstamos sean satisfechos en los plazos respectivos. Ese mecanismo endiablado sólo puede ser manejado desde la política, con mayúsculas. Me reservo para otro post lo que quiero decir con eso.

Lo mercados financieros no son una abstracción. Son, más o menos, unos 2.500 jefes ejecutivos de bancos, fondos de pensiones, fondos de alto riesgo y similares, que deciden en qué invertir una inmensa masa dineraria proveniente de los ahorros y las inversiones de cientos de millones de personas en todo el mundo. Cierran su ejercicio fiscal el 31 de agosto. Ahí es cuando deciden vender a la baja o la alta para recoger beneficios, y se van de vacaciones. En septiembre, revisan lo hecho y vuelven a lo mismo. Llevan más de 300 años haciéndolo de esa manera. Y es ya tradicional que los cracks bursátiles sean siempre en verano o a principios de otoño. Ahora en diciembre, cierran el ejercicio del último trimestre del año. Cada tres meses, esos altos ejecutivos son sometidos por sus accionistas a un estricto test de rentabilidad. Ellos, pobrecitos, también pueden perder su trabajo, porque los millones de accionistas quieren beneficios por su inversión.

Me fastidia decirlo, pero muchos de los que se quejan por las presiones que ejercen los mercados sobre sus gobiernos tienen el dinero de sus fondos de jubilación u otras inversiones en esos instrumentos financieros. Y quieren beneficios. Un ejemplo lejano para no herir suceptibilidades: la calificadora de riesgo Standar and Poors es propiedad del fondo de pensiones de los profesores de Québec. Estos trabajadores quieren beneficios por invertir el dinero de su vejez. Les recomiendo que averigüen en qué se invierte el dinero de sus fondos de pensión. Probablemente descubran que están invertidos en títulos de la deuda soberana de muchos países. Así se abrió una nueva burbuja financiera.

Personalmente creo que esa deuda soberana es impagable tal como está montado el asunto hoy por hoy...Y aquí adelanto algo de lo que quiero decir cuando expreso que la solución al problema es de tipo político.

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