Por Ramón Maceiras López
En la esencia de la oratoria de influencia o persuasiva está la intención deliberada de producir ciertos efectos en el auditorio, definidos previamente ¿Cómo saber si esos efectos ocurrieron o no? El criterio básico estriba en la adhesión del auditorio. La persuasión funcionaría entonces si el auditorio se adhirió a las tesis propuestas. Si las rechazó o se mantuvo en silencio, la persuasión no funcionó.
En la esencia de la oratoria de influencia o persuasiva está la intención deliberada de producir ciertos efectos en el auditorio, definidos previamente ¿Cómo saber si esos efectos ocurrieron o no? El criterio básico estriba en la adhesión del auditorio. La persuasión funcionaría entonces si el auditorio se adhirió a las tesis propuestas. Si las rechazó o se mantuvo en silencio, la persuasión no funcionó.
Pero la
oratoria de influencia no es un proceso en blanco y negro. Ya que la adhesión
puede también ser parcial. ¿No hay persuasión si el auditorio sólo
se adhirió a una parte de la tesis propuesta? ¿Y si el resultado
final fue una versión enriquecida por el auditorio de la tesis
inicial propuesta por el orador?
Para los
que piensan en términos de que la persuasión es una batalla campal
en la que un orador busca como trofeo la adhesión de un auditorio
sobre la base de aplastar cualquier tesis que se diferencie de la
suya, es obvio que la adhesión
parcial o mismo el enriquecimiento de las tesis iniciales por parte
del auditorio, no pueden saber sino a derrota. La adhesión total
sólo serviría como criterio de eficacia de la persuasión a
aquellos que van a imponer sus tesis como si fuesen la verdad
revelada.
Pero
para los que vemos la comunicación persuasiva como un encuentro de
subjetividades, dirigidas a analizar y construir la mejor solución
posible para un problema o una situación determinada, respetando la
libertad de pensamiento y expresión de los otros, la adhesión
parcial o el enriquecimiento de la tesis inicial por parte del
auditorio pueden ser vistos como un resultado positivo. Rompemos así
con la visión unilateral y vertical Emisor – Receptor, en la cual el orador
es el que persuade y el receptor sólo tiene la libertad – y a
veces, ni eso- de dejarse persuadir o no.
El
objetivo de la persuasión es entonces llegar a la solución que
aparezca como más adecuada, en un proceso en que el persuasor es
también persuadido, en un ciclo continuo que enriquece las tesis
iniciales.
Hay
innumerables situaciones en las que la persuasión se produce de
manera parcial y sin la intensidad suficiente para llevar a la
adhesión. Un buen ejemplo tal vez sea el caso del vendedor que al
final de la entrevista con el cliente, verifica que su argumentación
no produjo el efecto esperado: llevarlo a la decisión de compra. Eso
no significa sin embargo que ningún efecto persuasivo haya tenido
lugar. En el transcurso de la entrevista, ambos interlocutores,
vendedor y cliente, habrán intercambiado ideas y puntos de vista
que, enriqueciendo su conocimiento mutuo, tienden a dejar marcas
persuasivas más o menos estables. Y son esas marcas persuasivas las
que una vez recuperadas por el vendedor en la próxima visita al
mismo cliente, pueden llegar a ser decisivas, esta vez, para cerrar
el negocio..
Un
primer criterio operacional nos lleva a clasificar entonces la
persuasión en función de los resultados obtenidos:
- Persuasión total o parcial: de acuerdo a si la adhesión del auditorio recae sobre la totalidad de la propuesta o sobre una parte de ella.
- Persuasión inmediata y persuasión mediata: según los efectos se manifiesten durante el proceso de argumentación o en fecha posterior.
- Persuasión objetiva y persuasión subjetiva: conforme la persuasión repercuta en un comportamiento público observable o se induzcan modificaciones interiores en los sujetos, predominantemente psicológicas, muy relevantes en la generación de comportamientos en los procesos de gestión del cambio.
Los
casos de persuasión total, inmediata y objetiva se manifiestan en la
vida real con tanta claridad y contundencia como con escasa
frecuencia. Abundan más las situaciones de comunicación persuasiva
en las que los resultados son parciales, mediatos o subjetivos. Esta
constatación impone al persuasor la adquisición de habilidades para
anticipar
la reacción de los otros, el desarrollo de una gran agudeza
mental para percibir qué
cambios se están produciendo y flexibilidad
en la forma de actuar para obtener los resultados deseados. La PNL ha
diseñado un modelo sistémico que
nos dota de un conjunto de herramientas tales como la calibración y
los accesos oculares que, utilizados con destreza, permiten al
persuasor medir los resultados que va obteniendo en el proceso de
persuasión.
Estas
herramientas son imprescindibles, por ejemplo, en los procesos de
negociación o venta, en los que los interlocutores tienden a
retrasar su asentimiento en espera de situaciones más favorables
para obtener los mayores beneficios posibles para su posición.
El
orador de influencia debe saber, de entrada, que cualquier estrategia que escoja
encierra un cierto grado de imprevisibilidad
y riesgo.
Tiene que saber calibrar e interpretar la intensidad de una adhesión
parcial. Evaluar si la persuasión se pospone en el tiempo o el
significado de un silencio del auditorio.
Si la
persuasión no es observable inmediatamente, el orador debe
desarrollar perspicacia (agudeza mental) para interpretar la
comunicación no verbal del auditorio o interlocutor. De tal manera
que en el desarrollo de la persuasión el orador pueda ir
enderezando las cargas argumentales, las técnicas de seducción y
los recursos más convenientes para lograr el objetivo.
Hay una segunda tipología de la persuasión
relacionada con el mayor o menor número de integrantes del
auditorio. Podemos hablar, entonces, de una persuasión
personal o auto-persuasión,
expresada en la deliberación íntima o incluso la automotivación y
la autohipnosis; la persuasión
interpersonal, cara a cara,
dirigida a otra persona (padre-hijo, vendedor-cliente,
terapeuta-pacientes, etc); y la persuasión
colectiva, en la que se
incluye la persuasión de
grupo y la persuasión
de masas.
Todas
ellas tienen elementos en común y diferencias en cuanto a la
persuasión o el plano comunicacional. Coinciden todas ellas en que
se dirigen a personas, de tal suerte que la atención, la percepción,
la memoria funcional, los niveles neurológicos, las emociones,
juegan un papel central en cuanto a qué estímulos pueden producir
la respuesta que queremos. En todos estos casos hay también
diferencias de posición, poder, culturales, sociales y
neurolingüísticas que afectan directamente el modelo persuasivo y
comunicacional empleado por el persuasor.
Caso
aparte es el de la persuasión de masas a través de los medios de
comunicación. En este caso el orador no ve al persuadido, apenas
puede elaborar previamente un mapa del auditorio, lo cual implica un
mayor grado de complejidad e incertidumbre en el proceso de
persuasión, que requiere técnicas también más elaboradas y
complejas.
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