14.2.22

El equilibrio del nervio vago es esencial para una vida plena y satisfactoria

El nervio vago es una de las maravillas de la evolución humana. Forma parte del sistema nervioso y su función es la de regular las funciones corporales básicas. 

Mientras estamos ocupados realizando nuestras tareas, el corazón late, los pulmones inspiran y expiran, la sangre circula por el organismo oxigenando las células y retirando los residuos, y el hígado filtrará esa sangre. Y así, sin cesar se realizan todas las funciones corporales sin control consciente. 

Esa proeza la realiza el Sistema Nervioso Autónomo. Antes de la aparición del cerebro cortical, el cuerpo humano evolucionó para sobrevivir y funcionar sin necesidad de la conciencia y la voluntad, movido por los resortes instintivos. Y el nervio vago es el regulador de toda esa actividad.

El sistema nervioso autónomo consta de dos ramas que, controladas automáticamente, intervienen en esta supervivencia:

El simpático aumenta la frecuencia cardíaca y la frecuencia de la respiración, envía flujo sanguíneo hacia los músculos y dilata las pupilas. Al hacerlo, nos permite luchar contra los estresores o “huir” y alejarnos de ellos.

El parasimpático permite relajarnos y recuperarnos de la tensión de las tareas cotidianas, y reduce la frecuencia cardíaca y la respiratoria para que respiremos de forma más profunda y plena y entremos en modo reposo. Su control depende del nervio vago, crucial para la salud.

El nervio vago es el nervio más extenso del cuerpo.

Da sensibilidad al oído, permite que tragues la comida, controla las vías respiratorias y tus cuerdas vocales, controla la respiración, la frecuencia cardíaca, mantiene la presión arterial óptima, las funciones del hígado, activa la vesícula biliar, controla el hambre y la saciedad, los niveles en sangre de azúcar e insulina, la función motora del intestino, la actividad del sistema inmunitario, la inflamación intestinal, o transmite la información del conjunto de las bacterias intestinales, del microbioma.

Se puede decir que el equilibrio del nervio vago es imprescindible para una vida plena y satisfactoria.

Su desequilibrio crónico nos conduce a la enfermedad y la disfunción. Cuando los niveles de estrés permanecen demasiado elevados durante demasiado tiempo, el sistema parasimpático pierde la capacidad de funcionar.

También puede suceder lo contrario, ya que la sobreactivación del sistema parasimpático puede ralentizar la capacidad de afrontar potenciales estresores. El cuerpo, bajo constantes niveles de estrés, produce elevados niveles de inflamación y no tiene la oportunidad de recuperarse.

Como nuestro sistema nervioso no sabe distinguir entre el estresor real o el estresor de origen emocional, reacciona igual ante el peligro real como ante el peligro imaginado. 

Hoy se conoce bien el mecanismo que se dispara cuando creemos inminente una situación que nos desagrada. Nuestro cerebro "enciende" dos regiones (amígdala e hipocampo) que nos obligan a "vivir" ó "revivir" aquella circunstancia, aunque en realidad no esté sucediendo. El cerebro se anticipa y nuestros miedos se hacen "realidad". 

Ésta es la base del estrés y la ansiedad.

Esto  muestra lo poderoso que puede ser temer que algo suceda. Puede llegar a generar "recuerdos" que no deberían existir.

Los científicos han observado a través de imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional que la amígdala (parte del encéfalo encargada de recibir las señales de peligro potencial y que ayudan al organismo a prepararse para protegerse) y el hipocampo (parte relacionada con la memoria y el aprendizaje) se activan cuando una persona está anticipándose a una situación que teme. De esta forma, la persona siente la situación desagradable que teme sin que haya ocurrido.

De tal manera que el sólo pensar en la situación, con todas o parte de sus características (submodalidades visuales, auditivas o kinestésicas), activa los centros cerebrales encargados de manejar las emociones, desata las respuestas bioquímicas con neurotransmisores y reproduce en el cuerpo las reacciones somáticas como si la situación estuviera realmente sucediendo.

Se puede decir que el equilibrio del nervio vago es imprescindible para una vida plena y satisfactoria.

Y podemos aprender a regularlo con la dirección adecuada, mediante una serie de ejercicios y técnicas usadas desde siempre y que forman parte del conocimiento ancestral de oriente y occidente.

Su desequilibrio crónico nos conduce a la enfermedad y la disfunción. Cuando los niveles de estrés permanecen demasiado elevados durante demasiado tiempo, el sistema parasimpático pierde la capacidad de funcionar.

También puede suceder lo contrario, ya que la sobreactivación del sistema parasimpático puede ralentizar la capacidad de afrontar potenciales estresores. El cuerpo, bajo constantes niveles de estrés, produce elevados niveles de inflamación y no tiene la oportunidad de recuperarse.

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