Por Ramón Maceiras López
A punto de cumplir tres meses en La Moncloa, el gobiernito de Pedro Sánchez Castejón se muestra ya agotado y sin fuelle. Sólo el oportunismo más ramplón y el descaro impiden que Sánchez cumpla su promesa de convocar elecciones lo más pronto posible. Felipe González se lo dijo en su momento: “en septiembre u octubre”.
A punto de cumplir tres meses en La Moncloa, el gobiernito de Pedro Sánchez Castejón se muestra ya agotado y sin fuelle. Sólo el oportunismo más ramplón y el descaro impiden que Sánchez cumpla su promesa de convocar elecciones lo más pronto posible. Felipe González se lo dijo en su momento: “en septiembre u octubre”.
La camarilla que ha tomado La Moncloa estira hasta
la desvergüenza su disfrute de las mieles del poder. A pesar de predicar hasta
el cansancio que el gobierno de Rajoy era una calamidad, que los recortes del
PP habían creado situaciones de urgencia social y que España prácticamente se
caía a pedazos, una vez llegado al poder, Sánchez se ha tomado un mes de
vacaciones.
En el interín, ha empotrado a su mujer en un
puesto de un organismo privado financiado con dinero público, ha tomado por
asalto la televisión y la radio públicas, repartiéndose el botín del agitprop con
Podemos. Ha colocado a centenares de amigos, relacionados, clientes políticos y
miembros del aparato de su partido en las muchas y jugosas canonjías que hacen
crujir los cimientos del erario público español. Y ha otorgado subvenciones a
destajo a feministas, taxistas de inmigrantes ilegales por el Mediterráneo,
etc.
Ha liquidado la credibilidad del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) que ofreció una encuesta de coyuntura en
agosto en la que el vago “voto recordado” pasa a ser estimación de voto y le
otorga 8 puntos de subida en un mes al señor Sánchez.
El esfuerzo fundamental del gobierno en estos casi
tres meses ha sido de agitación y propaganda. Marketing político demodé:
Sánchez viajando en jet presidencial, las manos de Sánchez, Sánchez en el
helicóptero presidencial, etc… Un gran bluff destinado a hacernos creer que
este incompetente tiene madera de presidente de gobierno.
Pero lo más grave es que si a Rajoy se le
criticaba con razón su blandenguería con el golpismo catalán, la actitud de
Sánchez Castejón es estruendosamente complaciente y ronda la alta traición. En
septiembre, los golpistas que gobiernan Cataluña harán traca final. Se cumple
un año de los decretos de desconexión y de convocatoria ilegal del referéndum,
la Diada, y la proclamación de la republiqueta catalana. Y después de octubre
se iniciará el juicio a los golpistas presos. Los separatistas amenazan con
perpetrar en septiembre y octubre un nuevo reto al gobierno, al Estado y a la
Constitución, estimulados por un fugitivo Puigdemont que se atreve a solicitar
el procesamiento del juez Llarena en un juzgado belga.
Lo escandaloso es que esta vez los golpistas
sostienen con sus diputados en el Congreso al gobiernito de Sánchez y lo tienen
cogido por la barba. Desde VOX proclamamos que si el gobierno no es capaz de
enfrentar el nuevo reto separatista, debe dimitir y convocar elecciones.
La debilidad con el golpismo catalán tumbó a Rajoy
y defenestró al PP, mucho más que el cáncer de la corrupción. Puigdemont y su
hombre de paja Torra pueden provocar también la caída de Sánchez.
España se encuentra en una encrucijada que
requiere que los ciudadanos acudamos a las urnas para recomponer la unidad del
Estado y restaurar el imperio de la ley ante un gobierno débil, agotado y sin
programa.
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