27.8.18

Urge un cambio de gobierno para restaurar la unidad de España y el imperio de la ley

Por Ramón Maceiras López
A punto de cumplir tres meses en La Moncloa, el gobiernito de Pedro Sánchez Castejón se muestra ya agotado y sin fuelle. Sólo el oportunismo más ramplón y el descaro impiden que Sánchez cumpla su promesa de convocar elecciones lo más pronto posible. Felipe González se lo dijo en su momento: “en septiembre u octubre”.

La camarilla que ha tomado La Moncloa estira hasta la desvergüenza su disfrute de las mieles del poder. A pesar de predicar hasta el cansancio que el gobierno de Rajoy era una calamidad, que los recortes del PP habían creado situaciones de urgencia social y que España prácticamente se caía a pedazos, una vez llegado al poder, Sánchez se ha tomado un mes de vacaciones.

En el interín, ha empotrado a su mujer en un puesto de un organismo privado financiado con dinero público, ha tomado por asalto la televisión y la radio públicas, repartiéndose el botín del agitprop con Podemos. Ha colocado a centenares de amigos, relacionados, clientes políticos y miembros del aparato de su partido en las muchas y jugosas canonjías que hacen crujir los cimientos del erario público español. Y ha otorgado subvenciones a destajo a feministas, taxistas de inmigrantes ilegales por el Mediterráneo, etc.

Ha liquidado la credibilidad del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que ofreció una encuesta de coyuntura en agosto en la que el vago “voto recordado” pasa a ser estimación de voto y le otorga 8 puntos de subida en un mes al señor Sánchez.

El esfuerzo fundamental del gobierno en estos casi tres meses ha sido de agitación y propaganda. Marketing político demodé: Sánchez viajando en jet presidencial, las manos de Sánchez, Sánchez en el helicóptero presidencial, etc… Un gran bluff destinado a hacernos creer que este incompetente tiene madera de presidente de gobierno.

Pero lo más grave es que si a Rajoy se le criticaba con razón su blandenguería con el golpismo catalán, la actitud de Sánchez Castejón es estruendosamente complaciente y ronda la alta traición. En septiembre, los golpistas que gobiernan Cataluña harán traca final. Se cumple un año de los decretos de desconexión y de convocatoria ilegal del referéndum, la Diada, y la proclamación de la republiqueta catalana. Y después de octubre se iniciará el juicio a los golpistas presos. Los separatistas amenazan con perpetrar en septiembre y octubre un nuevo reto al gobierno, al Estado y a la Constitución, estimulados por un fugitivo Puigdemont que se atreve a solicitar el procesamiento del juez Llarena en un juzgado belga.

Lo escandaloso es que esta vez los golpistas sostienen con sus diputados en el Congreso al gobiernito de Sánchez y lo tienen cogido por la barba. Desde VOX proclamamos que si el gobierno no es capaz de enfrentar el nuevo reto separatista, debe dimitir y convocar elecciones.

La debilidad con el golpismo catalán tumbó a Rajoy y defenestró al PP, mucho más que el cáncer de la corrupción. Puigdemont y su hombre de paja Torra pueden provocar también la caída de Sánchez.


España se encuentra en una encrucijada que requiere que los ciudadanos acudamos a las urnas para recomponer la unidad del Estado y restaurar el imperio de la ley ante un gobierno débil, agotado y sin programa.

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