Por Ramón Maceiras López
Todas las funciones de lo no verbal se expresan corporalmente. Ekman y Friesen han clasificado el lenguaje corporal. Según estos investigadores el cuerpo habla a través de emblemas, ilustradores, muestras de afecto, reguladores y adaptadores.
Todas las funciones de lo no verbal se expresan corporalmente. Ekman y Friesen han clasificado el lenguaje corporal. Según estos investigadores el cuerpo habla a través de emblemas, ilustradores, muestras de afecto, reguladores y adaptadores.
Los
emblemas
son actos no verbales que admiten una traducción oral directa de una
o dos palabras o una frase. Es el caso de los gestos que se usan para
representar la PAZ en muchos países occidentales. Existen muchos
otros emblemas en nuestra cultura para representar el suicidio (tirar
de una cuerda imaginaria detrás del cuello, en el caso del
ahorcamiento; colocar el dedo índice en la sien, en el caso del
disparo, llevarse el puño al corazón, en el caso del apuñalamiento,
etc). Comer y dormir tienen también sus emblemas.
Los
emblemas se producen generalmente con las manos, pero también
también con otras partes del cuerpo. Fruncir el ceño puede expresar
molestia o que algo huele mal. Los emblemas tienden a usarse más
cuando los canales verbales están bloqueados o no pueden usarse. Los
emblemas comunican
intencionalmente y tienden
a ser convencionales en su interpretación. Sin embargo, el
comportamiento general y el contexto pueden hacer variar su
significado, según las señales complementarias que se emitan.
Los
ilustradores
son actos no verbales directamente relacionados con el habla, la
acompañan, e ilustran lo que se dice verbalmente. Pueden actuar o
enfatizar una palabra o una frase, pintar una línea de pensamiento,
señalar objetos o personas, describir relaciones espaciales o el
ritmo de un acontecimiento. Ekman y Friesen señalan que los
ilustradores entran en el campo de lo consciente pero no
son tan intencionales como los emblemas.
Los ilustradores aparecen mucho en situaciones de excitación o
entusiasmo y en situaciones difíciles de comunicación.
Las
muestras de afecto
son configuraciones faciales que expresan estados afectivos. El
rostro es el principal espejo de los afectos, pero también las
posturas corporales pueden leerse como juicio general sobre los
afectos. Las muestras de afecto pueden repetir, acentuar, contradecir
o no guardar relación con lo dicho verbalmente. Las expresiones de
afecto no intentan comunicar generalmente y suelen
ser espontáneas, pero en ocasiones pueden tener una intencionalidad.
Los
reguladores
son actos no verbales que mantienen y regulan el acto de
comunicación. Los reguladores le indican al hablante que continúe,
repita, se extienda, se apresure, haga más o menos largo su discurso,
conceda la palabra, etc. Todas estas cosas tendemos a comunicarlas
mediante actos no verbales. Los movimientos de cabeza y la mirada son
los reguladores más frecuentes. Los reguladores se
encuentran en el límite de lo consciente y lo inconsciente y son
difíciles de inhibir. Son
cuasi involuntarios y aprendidos, pero somos muy concientes de ellos
cuando los producen otros.
Los
adaptadores
provienen más del inconsciente y se piensa que se desarrollan en la
niñez como esfuerzos de adaptación para satisfacer necesidades,
cumplir acciones, dominar emociones, desarrollar contactos sociales u
otras funciones. Ekman y Friesen identificaron tres tipos de
adaptadores: autodirigidos,
dirigidos a objetos
y heterodirigidos.
Los
autoadaptadores
se refieren al uso del propio cuerpo como cogerse las manos, la
muñeca, abrazarse, apretarse, rascarse o pellizcarse a sí mismos.
Los autoadaptadores aumentan su frecuencia de uso a medida que
aumenta la angustia o la incomodidad de una persona. Ekman y sus
colaboradores han descubierto, por ejemplo, que el “acto de
cubrirse los ojos” está asociado a la vergüenza o la culpa y que
el acto de “rascar-escarbar” se asocia con hostilidad,
autoagresión o agresión a otro desplazada a sí mismo.
Los
heteroadaptadores se
aprenden con las primeras experiencias de relaciones interpersonales.
Por ejemplo, establecer proximidad o alejamiento, atacar o proteger,
dar a otro y tomar de otro, etc. Los movimientos de las piernas
pueden ser adaptadores que muestran residuos de una agresión a
patadas, una invitación sexual o una fuga. Ekman cree que muchos de
los constantes movimientos de manos y pies que se han considerado
como indicadores típicos de angustia pueden ser restos de
adaptadores necesarios para escapar de la interacción.
Los
adaptadores dirigidos a
objetos implican la
manipulación de objetos y pueden derivar del cumplimiento de alguna
tarea instrumental, como fumar, escribir con un bolígrafo, etc. Las
conductas de adaptación non son conscientes, aún cuando puede haber
más consciencia en la adaptación con objetos.
Las
conductas de adaptación se manifiestan más frecuentemente cuando el
individuo está sólo o cree que no es observado. Cuando alguien está
sólo se puede hurgar la nariz abiertamente, mientras que cuando está
en medio de un grupo se limitará a tocarse la nariz y frotársela
por casualidad. Los adaptadores no
están destinados a ser usados en la comunicación
pero, como todo hábito, pueden verse arrastrados por la conducta
verbal en situaciones que guarden relación con las condiciones que
existían en el momento en que el hábito de adaptación se
desarrolló. El que aprendió
a frotarse los brazos la primera vez que tuvo que hablar en público
puede activar el comportamiento automáticamente cada vez que se
reproduzca la situación, escuche palabras relacionadas con la
situación o vea a otros en la misma situación.
Todos
estos actos corporales son verificables y de su captación o no
depende el éxito del acto de calibración. A estas alturas podemos
concluir que el comportamiento verbal y el no verbal actúan siempre
juntos. No podemos evitar reaccionar con el cuerpo, la mente y el
lenguaje. Ni nosotros, ni nuestro auditorio. De tal forma que la
comunicación no verbal no puede estudiarse ni explicarse al margen
del proceso global de comunicación.